28 ene 2008

¿qué hacer con una verdad más grande que tú?

Alguna vez pensé qué puede ocurrir cuando alguien descubre que hay algo más. Cuando alguien desempolva y lee una desconocida copia del Necronomicón que encuentra por casualidad. O cuando se topa con un caso Watergate de forma involuntaria. Qué hacer. Hoy me lo pregunto otra vez más ahora, viendo lo que acabo de ver hace unas horas. Esta misma noche.

Acabo de llegar a casa. A duras penas. Mi propia alma necesita intentar asimilar lo que ha visto. Pero... cuanto más lo hago, más me pregunto qué hacer al respecto. Mientras le pregunto al cartón de leche que tengo en mi mano mientras apoyo mi espalda contra el frigorífico.

Uno ve películas, lee cosas. El que descubre algo siempre termina viviendo una aventura, o diciéndolo al público de alguna forma. Buff... ¿cómo? ¿llamo a la comunidad científica? Me gustaría saber cómo un científico podría resolver esto. Darle una explicación lógica con un bonito garabato de fórmula matemática. Si consiguiesen por lo menos estudiar a los sujetos en cuestión, cosa, que si lo que he visto no es un truco, bastante difícil.

También está la opción de callármelo. Tomar la pastilla azul, irme a la cama y despertar como si todo esto hubiera sido una pesadilla. Quizá incluso lo sea. Pero quizá no y pasar de algo así... quizá luego venga a por mí y sea todavía peor.

Y si... ¿y si investigo y escribo un libro? Ha habido muchos autores que lo han hecho. Dejar esto como un sencillo cuento para no dormir. O con pretensiones de verdad, a modo de best-seller, lo cual le haría perder cualquier valor como verdad seria. Nah, dejé la escritura bien aparcada en las redacciones.

Por otra parte, podría chivar esto a la policía o a un periódico ¿qué harían con ello?¿qué ocurriría?¿quien se enteraría dentro de la policía? A lo mejor lo que he visto es más profundo y sea un paso en falso. Y los periodistas... cualquiera sabe lo que terminan escribiendo esos buitres.

Vuelvo a meter la leche en la nevera.

Esto es muy confuso. Daria igual qué hacer con eso que he visto. Y a lo mejor, a lo mejor ha sido un engaño. Un engaño muy bueno.O quizás, una coincidencia y yo sólo he estado viéndolo desde el punto de vista equivocado, la perspectiva a veces hace esas cosas. Después de todo puede ser algo que vi porque quería ver.

O a lo mejor lo tenia que ver. No todo puede ser coincidencia en esta vida. El porqué estaba allí, porqué vi lo que vi. Aquí tiene que haber alguna razón para todo eso

Y tengo que encontrarla.

29 jul 2007

Tango con el brazo dislocado

Estamos Mike y yo en mi coche. Acabamos de llegar al local que regenta Rita-la-de-melena-con-vida-propia. Es un edificio a las afueras rodeado de un amplio párking con más coches de lo normal. Se llama Bunnyland. Pone esas letras en un neón verde que acompaña otro de color azul celeste con forma del logotipo de Playboy. Salimos del coche camino del bar, pasando por los oscuros vehículos. Mike está intranquilo.

-Eh, Con, por aquí hay más coches de lo normal. ¿Habrá alguna fiesta especial?

-No lo sé. Creo que hubo elecciones a la alcaldía hace poco. Quizá sean políticos celebrándo los resultados. Al fin y al cabo, todos ganan.

Al entrar nos topamos con un bar de carretera normal, con su mugre añeja inmune ya a la lejía y sus dos clientes que más que entes vivos parecen objetos del mobiliario. El barman. Un hombre entrado en años y en carnes nos pregunta:

-¿Que desean los señores?
-Venimos a ver a la jefa -Responde Mike.
-¿De parte de quien venís?
-De su parte. Nos ha encargado un tabajo a mi amigo el punki y a mí -Respondo intentando que Mike no se empiece a calentar-. Y nos tiene que dar unas cosas escritas. Información.
-Pues no sé yo nada de ningún trabajo. -El señor de detrás de la barra acaba de comprarse un billete a través de la impaciencia de Mike. Mike se acerca a la barra rápido. Lo coge del hombro de improviso y lo saca fuera de ella acompañándolo hasta caer en el suelo. Al hacerlo tira el expositor de comida que había entre ellos.
-Creo que no he oído la respuesta adecuada.-Le ruge Mike a la cara-. Será mejor que nos lleves al despacho de Rita echando virutas o virutas haré yo contigo.
El camarero, enfadado más que dolido intenta deshacerse de la mole de ira que tiene encima e incorporarse. Mike le oprime con la otra mano y le deja boca abajo. Nadie en el local parece molestarse. Interrumpo a Mike antes de que inutilice al camarero, que ha cambiado su cara de la ira al dolor.
-No es por nada, caballero, pero yo y mi iracundo amigo llevamos algo de prisa. ¿Nos puede indicar dónde está el despacho de Rita y abrirnos, por favor?-Hago un gesto pidiendo a Mike que deje moverse al tumbado.

Sin decir nada el barman, dolorido por el estirado de brazo y por el golpe contra el suelo nos acompaña a través de un pasillo con varias puertas. Nos abre una de ellas con unas escaleras.

-Ahí arriba está su despacho. Pero ahora no está. Por eso no os traje.

Mike ha cambiado su mueca de enfado por una sonrisa burlona.

-No te preocupes. ¡Eso te lo arreglo yo en un periquete! -Mike sonriendo le estrangula otra vez el brazo crujiendo tres veces hasta que a la cuarta vuelve a hacer un crack que, acompañado todo ello con un sonoro grito del barman, le restablece el brazo a la normalidad. - Te dolerá un rato, pero tenerlo ya lo tienes operativo.

Abrumado, el camarero se marcha sin mirar atrás. Mike me mira y se ríe.

-Anda, vamos arriba, Mike.

Sentimos la tardanza de publicación,
en breve la continuación de este interrumpido baile

11 jun 2007

La propuesta.


A veces se ven o se oyen cosas que no se deberían, escuchas a tus padres practicar sexo en la infancia, o ves cómo guardan las palomitas en el cine y se te quitan las ganas de comerlas. Esas cosas cambian un poco tu perspectiva. Hace unos días nunca pensaría que lo que pasó podía ocurrir. Y escribo esto con la intención de poder leerlo después para dilucidar entre mis propias alucinaciones y poder saber que algo es verdad al leer estos fragmentos. Oh, bueno, qué se yo. También porque tengo que contárselo a alguien aunque sea a este papel. Pero juraría por lo más sagrado que lo que he visto y oído es cierto.


Trabajo en un cibercafé. Además un cibercafé que el jefe ha puesto para que funcione de noche. Yo soy el encargado del turno de noche. Alguna vez ha habido que echar a gente borracha, pero salvando casos puntuales mi trabajo es deliciosamente monótono, con tiempo libre y muy bien pagado. De vez en cuando me siento casi como una funcionaria nocturna.


La clientela es prácticamente fija y tampoco dan quehacer, algún abuelo que puede hablar con su nieta por internet puede darme de vez en cuando conversación, pero no hay mucha más sociedad que hacer.


Pero hace un par de semanas empezó a venir gente extraña. Yo me he acostumbrado a que de vez en cuando alguna fulana viniera y estuviera aquí un rato, pero la vestimenta (y las curvas) de la mujer que vino rozaba el límite de lo absurdo, incluso para los estándares de la prostitución. Más que una mujer casi parecía una larga serpiente de carne pálida con algo muy extraño en el pelo, como si fuera un frutero de melena pero que además cambiaba de color. Como si tuviera vida propia. Yo intenté ocultar mi extrañeza, con poco éxito, pero la mujer hizo como si nada y se sentó en un ordenador y se puso a hacer cosas.


Yo, desde mi puesto me quedé mirando. No podía entender cómo algo encima de un cráneo podía hacer todo ese tipo de cosas. Creo que incluso se movía por voluntad de su ama, o quizá la suya propia. Pero intenté no darle importancia y volver a mi estudio sobre templo de Artemisa. A la media hora se fue y dejé eso como una anécdota. Pero en buena lógica hay que ver algo más que un peinado multitonal que se mueve de forma extraña para ponerse a escribir esto. Sucedió que la mujer volvió. Con una vestimenta similar y con un peinado más estable (parecía rubio) pero no menos estrambótico (parecía un peinado de dos coletas extremadamente largas al estilo dibujo japonés). Esta vez hubo más suerte y pude contener mi vista de lo que tenía en frente. Antes de ir para el ordenador que le asigné, sin embargo me preguntó mi nombre. "...Yara" contesté absorta por la potencia la voz de mi cliente. Me preguntó en mi perplejidad si podía "invitar a unos amigos". Volviendo a la realidad le pregunté que bien, aunque ella me dijo de que fuera para ellos solos el local. Me extrañé entonces. "¿Y si pasa algo?" "diez mil, en efectivo. Y un beso ¿me vas a decir que no?" respondió ella haciendo una mueca de pucheros.

Tardé en pensarlo. Mi sueldo no es malo (el extra de nocturnidad tiene siempre ese bonito aliciente) pero diez mil no se encuentran en la calle bajo las piedras... Si hubiera cualquier cosa siempre podría alegar que fueron unos borrachos, y el seguro se encargaría. Reconozco que no me sonó mal plan.

"¿Y cuando sería?""¿La fiesta o el pago?"inquirió ella. "Ambos""Ahora mismo." Sacó un fajo de billetes unidos por una gomita. "Devuélveme la gomita" me dijo mientras insistió en que contase, yo, estupefacta por la visión del dinero tan fácil. Diez mil. "¿Puedes cerrar ahora el local?" Accedí, les dije a todos los clientes que fueran cerrando que ocurría algo urgente y me tenía que ir en seguida. Los cinco extranjeros que hablaban con sus familias, el grupito de juego online y el anciano insomne me hicieron caso sin muchos problemas. En dos minutos estaban todos los ordenadores vacíos y el local sólo ocupado por mí y la extraña y alta mujer con sus coletas.


"Bien, aquí tienes, local vacío ¿por cuanto tiempo será?" La mujer daba vueltas alrededor suyo casi de alegría, me empezaba a arrepentir de haber aceptado tan rápido el dinero de alguien con unas coletas de más de un metro de largo. Se paró y me contestó "oh, no por mucho, tranquila, mujer" echó una risita de tono inocente y continuó "ah, me falta una parte por pagar: el besito". No, no me gustan las mujeres, pero no me atreví a contrariarla, fuera ahora a arrepentirse después de todo es lo que habíamos acordado y por diez de los grandes un beso con una chica, no me parecía tan tan mal.

Se me acercó y me dio un beso en la mejilla como si ella fuera una niña pequeña. Particularmente esperaba algo más tenso. Me alegré por ello. Sin embargo algo pasó, mi alegría me empozó a desbordar y reconozco que empecé a ver las cosas raras. Me estaba riendo a carcajadas delante de la mujer. Era consciente de ello y no podía hacer nada. La mujer siguió dando unos brincos alrededor de los ordenadores, encendiéndolos todos. Yo mientras seguía riendo sin sentido, pero siendo consciente de que no podía parar, encerrada dentro de mí. Tras esto la mujer se dirigió a mi puesto, yo intenté con todas las fuerzas alcanzarla, pero estaba riéndome por los suelos. Hice un amago de movimiento consciente hacia el ordenador de administración y me fustró tanto el no poder moverme de la risa que dejé de reírme y empecé a gimotear y manar ríos de lágrimas como una magdalena.

Vi entonces, dentro de mi cascarón de sentimientos y entre las lágrimas estúpidas de mis ojos como la mujer cerró todas las luces y bajó la persiana de metal de la entrada. Estaba ella (y su melena) iluminada sólo por las pantallas de todos los ordenadores. Yo seguía en el suelo, llorando desconsolada, sin entender todavía qué pasaba para que llorase tan desconsoladamente y fuera consciente de todo aquello. Fue entonces como continúo bailando alrededor de la sala al son de una melodía misteriosa que no cantaba en ningún idioma.

De repente, detuvo su baile, se agachó ante mí y me dijo "oh, que cosita más linda" con su vocecita más inocente mientras conseguía parar por un momento de llorar mientras, creo, que su pelo empezaba a acariciarme sin que la dama dejase de tener una carita de pena estupefacta. Me entró ahí verdadero miedo y corrí a una esquina. donde me acurruqué y cerré los ojos y me tapé los oídos. No quería ver más, no quería oír más. Intenté buscar el silencio y la oscuridad.

La oscuridad la encontré. El silencio no. Noté como la mujer seguía cantando una misteriosa canción, cantaba, cantaba y cantaba. Ya no era totalmente ininteligible. Poco a poco empecé a entender palabras. Conceptos aparentemente inconexos el sueño, la muerte, el deseo o la desesperación. Poco a poco se fueron uniendo más voces venidas de quien sabe donde (yo seguía cerrando los ojos intentando no ver nada) a la melodiosa voz de la mujer con palabras de destino, delirio y destrucción. Me aturdí todavía más de lo que estaba. Tras estos momentos de que se entendían sólo pequeños fragmentos empecé a captar frases enteras. Sentencias casi proféticas que ahora no quiero recordar. Más voces se unían al coro iniciado por la larga damisela. No cantaban al unísono, pero se las oía y diferenciaba a todas. Tampoco cantaban en ningún idioma en concreto. Cada vez eran más y mis manos no bastaban para callar su canto, armonioso y demoledor al tiempo. Se seguían uniendo más y más voces. Ahora ya no se distinguían entre sí. Decían verdades que no quería reconocer. Que no quiero reconocer y ni tan siquiera transcribir aquí. Pasó un largo tiempo y el coro prosiguió su cántico.

No sé cuanto tiempo pasó. Mi jefe me encontró en la esquina donde me escondí llorando de dolor y de miedo. Era de día y se encontró la trapa cerrada. Todo estaba en su sitio. Todo menos yo, que estaba acurrucada en el suelo. Me levantó y me preguntó qué había ocurrido. No supe qué contestarle. Vio un considerable charco de lágrimas y las ojeras y no hizo más preguntas. Me dio la baja por unos días. El dinero y el mando de la chapa metálica habían desaparecido. Así como cualquier registro de la damisela de trenzas vivas. Sin embargo cada vez que sueño recuerdo el cántico de que escuché esa noche y me vuelvo a despertar. Hace dos semanas que no duermo. Por eso escribo esto.

2 jun 2007

Ópera en el teatro Imperium


El viejo y mohoso teatro Imperium vuelve a respirar una noche más en silencio. Es un teatro abandonado hace ya bastante y ahora queda casi escondido entre los edificios cercanos; mucho más altos que él. Sigue conservando todas las letras de su cartel: IMPERIVM, como reclamo de algo que ya acabó hace tiempo. Como las ruinas de la esplendorosa Roma a la que imitaba. Pero sigue habiendo movimiento a su alrededor. En uno de los pequeños callejones se encuentra un hombre en pie custodiando la puerta de entrada de artistas. A éste se le acercan dos figuras en silencio, una con una gabardina y otra con una chaqueta de cuero.
-¿Dónde vais?
-A una reunión de la Asociación de Padres de Alumnos. ¿nos dejas pasar? -responde la sombra con gabardina.
-Um... Y os llamáis...
-Éste es Mike Donovan y yo soy Conan Mac Gregor
El vigilante musita algo a su pinganillo y tras recibir una contestación, deja pasar a los dos individuos. Antes de que puedan pasar el umbral, el vigilante les pregunta:
-Sabéis dónde es ¿no?
-Sí, sí, aquí el nuevo eres tú. -Contesta Mike.
Saben por dónde es el camino y a dónde quieren llegar. Pasan al sótano del teatro, donde también se suelen interpretar las comedias y tragedias de costumbre. Es una sala muy amplia y sujeta por enormes pilares de hormigón. Hay que bajar por unas escaleras para llegar al nivel del suelo. Apenas hay luz, caída de unos pocos fluorescentes en el alto techo. Hay un escenario en el fondo, sobre él hay un taburete de metal soldado al suelo: para casos de que haya que atar a alguien y que escuche;un par de sillas normales para que, en esos casos, los interrogadores estén cómodos cuando es necesario; una mesa, para casos en el que haya que atar a alguien y que le duela; aunque también los ponentes se suelen sentar en ella en un acto de informalidad. También hay una pizarra para las explicaciones complejas.

Una mujer ejecutiva con gafas de diseño está hablando sobre unas leyes y normas aburridas a los presentes. Un elenco de personajes a cada cual más extrambótico presencia en silencio el discurso, mientras un par de sombras bordean, trepan y se deslizan por todo el espacio para que todo salga como debe salir.
Para ello, para que ninguno de los personajes se salga ahora del guión, está también un Goliath al lado de la pizarra que sencillamente se encuentra inmóvil de brazos cruzados observando todo movimiento. Incluso el de los recién llegados que ocupan unos últimos puestos de la platea de sillas.
Todo el mundo se sabe las normas, todo el mundo sabe que no debe saltárselas, todo el mundo sabe que si te pillan lo más probable es que el resto de criaturas se vuelvan unas rapaces que irán a sacarte los ojos. Mike se le debió olvidar ese detalle cuando hizo lo que pudo haber hecho con esa Victoria Schwarzmann. Sabe que si por un casual las sombras que pululan el recinto o el mastodonte que está en el escenario se enterasen de lo ocurrido, tendría razones por las que rezar a los dioses. Por suerte puede ocultar todo ese temor, hacerlo una bolita y tragárselo.

Conan, mientras tanto, se regodea en ojear el paisanaje de la sala.En una esquina, completamente solo, un individuo de unos 25 años vestido con un chandal con aspecto de haber vivido entre zarzales contempla la escena mientras husmea el ambiente como si buscara algo. Unas filas más alante un trío de personajes trajeados como si estuvieran en una reunión de una gran empresa asienten solemnemente con un gesto unísono ante cada palabra de la su jefa en escena. Más allá había una pareja de fumaderas de negro que ríen de vez en cuando como si asistieran a un divertido entierro. Cerca una mujer alta con pelo largo rubio y ropa de diseño extraño y llamativo con más colores que un muestrario de pintura.
Así pasó el rato hasta que la dama de gafas concluyó la sesión y todo el mundo se levantó y empezó a parlotear de sus asuntos. La ponente desapareció entre la trama de gente, mas el Goliath permaneció impasible en su sitio y las sombras continuaron su recorrido. Mike y Conan se fueron a apoyar en uno de los pilares de hormigón. Esperando a que ocurra algo. Siempre ocurre algo. En efecto, la mujer rubia de vestido colorido y sobrado escote se dirige a ellos.
-Conan, a ti te estaba buscando yo. -enunció con voz chillona al gabardinado. Conan levanta las cejas absorto.
-¿A mí?
-Sí, te he intentado localizar estos días. -saca un cigarrillo de un bolso a juego con el vestido-.Tengo un trabajo para ti. Y ya sabes lo bien que me porto. -Lo enciende-. Por cierto ¿quien es tu amigo?
-Me llamo Mike Donovan ¿tú?
-Rita, Rita Hasrling -hace un gesto y una sonrisita rápida y vuelve su atención a Conan-. Bueno, que te digo, tengo un encargo para ti. Es vigilar a un tipo.
-¿De los nuestros?
-Ni idea, querido. Sólo tengo unas fotos suyas y algo que me han comentado. Se hace llamar Tim, aunque tiene un acento francés muy marcado. El trato incluye no hacer preguntas. -Muy bien. Sabes que eso es un extra ¿verdad?-Oh, sí, cielo. No te preocupes por eso. Y si necesitas protección seguro que el chupa de cuero maloso de tu amigo te protegerá. Si se apunta le puedo dar una propina.
Mike titubea por no hacer que vuelva su dignidad ahora por lo de la propina. Sabe que la necesita tanto como Conan el encargo.
-Bien ¿y los datos?
-No los tengo aquí, cielo. Los tengo en el despacho. Hazme una visita, ya que casi nunca me escribes... -Rita pone cara irónica de llorera. Cambia otra vez a una radiante sonrisa y se marcha, despidiéndose lanzando besos.
Mike y Conan suben las escaleras para marcharse. Al dirigirse a las escaleras, una de las sombras cesa en su interminable recorrido taciturno y se posa ante conan. Resulta ser un hombre bajito vestido totalmente de negro con un pasamontañas que impide que se le vea más que dos ojos penetrantes. Mike ahora no puede evitar el sudor frío. Se dirige a Conan.
-Sócrates desea verle, sahib. Le espera en el palco de honor.
Tan pronto termina la frase vuelve a su recorrido frenético que impide que se le pueda identificar. Conan y Mike suben la escalera ahora con algo más de pesadez.
-¿Has hecho algo para que te trinquen últimamente, Con?
-No, pero ya sabes que nos tiene a todos en el bolsillo, más o menos. Para llegar al estado divino de que le apoden el Espíritu Santo, se necesita bastante poder. Querrá algo y seguro que no dará nada a cambio.
Los dos amigos suben y se dirigen hacia el pasillo que da a los accesos de los palcos. Entran en el palco de honor, donde un ser indescriptiblemente feo les espera sentado viendo una película proyectada sobre el escenario "real" del antiguo teatro, era la película del fantasma de la Ópera. Al ver que han llegado sus visitas, Sócrates baja con un mando a distancia el volumen. Flanquado por dos individuos quietos como estátuas este ser se da la vuelta.
-¿Qué tal la reunión, Mike Donovan?
-Normalita, le falta algo más de garbo a Ley en sus discursos. Y no repartieron bebida.
-A veces pasa ¿queréis saber por qué os he llamado?
-¿No era por saber cómo fue la reunión? -Mike una vez se lanza no puede parar de contestar así. Sin embargo Sócrates ha vivido lo suficiente para que no le importasen los chistes baratos.
-No, yo quería que cumplíerais el objetivo que os ha dado la señorita Rita, y que me tuviérais informado. ¿seréis capaces?
-Ella nos paga, tú ¿qué vas a darnos?
-Mike, basta- Conan sabe que hay que guardar compostura en estos lugares.
-Ella os paga por un trabajo ¿verdad? -Sócrates es un nombre falso, es un alias que le salió por hablar muchas veces como ahora.
-Sí, en efecto -responde Conan, haciendo un gesto a su amigo para que le dejase hablar ahora a él.
-Pero yo no os mando hacer el mismo trabajo otra vez ¿no es cierto?
-No, no es el mismo trabajo.
-Entonces no debería pagaros nada por un trabajo que ya tenéis pagado. Podéis iros.
Sin chistar Mike y Conan se alejan de la escena y salen del teatro. Alejados ya de cualquier escucha en el coche de Conan, Mike pregunta:
-¿Tú que opinas?
-Que para que nos venga el Espíritu Santo a reclamar cosas sobre ese tipo, mal asunto, y encima con lo tuyo todavía más. Vamos, que de mierda estamos hasta las orejas.
-Piensas como yo. Larguémonos de aquí.

Lo de la tercera persona es responsabilidad de
Grey Arkhane

25 may 2007

En un rascacielos anónimo...

Las calles esta noche están vacías. La intensa tormenta evita que cualquiera salga a la calle a menos que sea absolutamente necesario. Pero es necesario que él saliera de la reunión. Se ha hecho de noche mientras él y el resto del comité se reunían y discutían. Es más, alguno de los directivos llegó después de haber anochecido. Pero esas discusiones, esos números, esas peleas de gallos por el poder han quedado atrás, por lo menos un tiempo. Ahora un traje con corbata está en la azotea de un alto edificio con oficinas observando cómo caían cántaros del cielo. Sus compañeros, sus jefes y sus subalternos estarán pensando que había ido al baño. Pero no. Está observando llover. Luego volverá. Pondrá una excusa tonta como "tuve que ir a comprar no sé qué", pero necesitaba un poco de aire fresco, libertad, o al menos una ilusión de ésta. Una dosis de realidad en la que en vez de ver complicadas estrategias de márketing o cuidadosas triquiñuelas legales, que terminan haciéndose más abstractas de lo que él desea.

Es joven. Aún está ascendiendo en la empresa y no tiene las cargas familiares que otros peces gordos pueden tener. Le gusta lo que hace, le gusta correr la carrera de ratas. No por que quiera ser la mejor rata del redil, sino por pura afición. Pero de vez en cuando tiene que salir de ahí. Por eso camina por el peto para ver las pocas hormigas que pululan sesenta metros más abajo. También se da la vuelta mientras sigue cayendo una tromba impresionante y observa otros edificios cercanos. Puede ver que en bastantes hay pequeños puntos de luz de gente reunida como el equipo que acaba de abandonar, tras unos cristales tintados que parecen llorosos.
Sigue dando vueltas a la azotea en busca de alguna otra cercana a la que se pudiese saltar. Pese a la altura del edificio en el que está, no es de los mayores de la jungla del distrito financiero, dónde, sólo los grandes monumentos al capitalismo tienen espacio libre alrededor. El resto de edificios pese a ser también importantes están apiñados unos contra otros dejando a veces sólo pequeños callejones entre medias de los monolitos de acero y vídrio. Todavía recuerda cuando le ascendieron y le sacaron de las conejeras para introducirle a un cubículo con esa mínima luz del callejón. Callejón que ahora ve cómo se traga el diluvio que está cayendo.

Un fogonazo de luz es seguido por un trueno importante. Ha caído cerca. Él sigue dando su paseo, pensando ya en volver en cinco o diez minutos con las abstacciones y las carreras de ratas. Sin embargo, algo ha cambiado el ambiente. Empieza a ver las cosas de manera distinta. Ve allá abajo en el suelo un par de vehículos accidentados en mitad de la calle. No siente nada. Quienquiera que se haya metido en el accidente está ahí abajo. Él sin embargo está arriba. Y eso no cambiará. Nota que una mano le toca el hombro. Se da la vuelta y reconociendo a uno de sus jefes ve cómo le susurra.

-Veo que piensas como yo. Ven, quiero enseñarte algo.

24 abr 2007

Andante. Canto a dos voces y media.

Bien, ahora tengo algo de zumo en el estómago, aunque la verdad, aún podría hacer hueco para un sorbo más.... Quizá alguien venga también al rincón… no, pasa de largo. Bueno, mejor ir al coche. Está en el edificio colindante, tras otro recoveco más ancho que accede a un patio interior con varios locales. Parte de ellos se utilizan como trasteros, otros como chamizos insalubres donde se reúnen chavales para hacer ruido y olvidar lo que son o serán, además hay alguno que se usa como garaje. Ese es mi caso. Tengo pintadas de múltiples colores en la puerta, pero lo que me interesa es lo de dentro... Mi fiel Citröen ZX. Modelo pequeño, discreto, potente y útil. De un color tan negro como el asfalto que cruza. Me meto en el asiento del conductor y saco el coche esquivando jóvenes beodos que en breve irán a buscar camorra en cualquier bar. Me alejo de ellos y dejo que su fiesta continúe. Yo ya tendré en breve la mía, aunque, espero no llegar tarde, ven muy mal el llegar tarde a éstas cosas.
Mi fiel auto ronronea un poco para mí. Pero primero tengo que ir a buscar a Mike a su agujero. Vive cerca, en un bunker hecho en una gasolinera de cuando la Guerra Fría (y el auge que hubo de hacerse búnkeres). Espero que no ande en ningún lío ese viejo zorro porque me cae bien. Buen motorista, gran tirador y sabe más cosas que las que dejan ver sus maneras y sus pintas. Chaqueta roída de cuero, peinado ochentero fijado posiblemente con carburante y un olor eterno a aceite de motor. No sé si es porque a Mike le gusta ese olor o sencillamente ha perdido cualquier sensibilidad olfativa. A veces le da la vena cabezona o la histérica, pero por lo demás, es un cacho de pan. Además, le debo una.
Ahí está. Apoyado en la farola de la esquina esperando. Parece preocupado. Me ve y deja su preocupación en otro lado. Me acerco con el coche y Mike entra con la discreción de un chapero, aprovechándolo pongo la voz de alguno de los yonkis que he esquivado antes y le pregunto:
-¿Mike Donovan?¿Tienes algo de jaco que ando con el mono? Ya sabes que yo ando muy chungo yo para esto... y tú eres mi colega y yo siempre te he pagado bien.. haces un favor a un amigo?
-Anda, Conan, déjate de chorradas.
-¿Cómo andas, cabrón?
-Como siempre, de mierda hasta las orejas.
Pongo en movimiento el coche y dejamos la parada del camello atrás.
-¿Qué ha sido esta vez?¿A quien has ofendido?¿A quien te cepillaste sin querer?¿O fuiste algo que rompiste?
-Sí, tu cara es la que voy a romper yo.
-Cuéntamelo... -respondo, sin tan siquiera perder de vista la carretera.
-Nada, una mujer.
-¿Qué hiciste con ella?¿jugar a tomar el té?
-Mierda, no, una de esas cosas que no se pueden hacer. -Eso puede significar muchas cosas, pero sé que no se refiere a violarla o a matarla, dudo que le causara efecto en la conciencia.
-Oh, vaya. ¿Y tenías permiso?
-Sí, el de tu puta vieja en bolas. -¿He mencionado que Mike tiene una forma curiosa de hablar con la gente?
-Difícil cuestión, entonces ¿dónde está la chica?
-Ahí está lo jodído. Desapareció.
-Oh, mierda.
-Gorda mierda. Por cierto, ¿dónde coño es la reunión?
-En el Imperium. Pero me estabas diciendo qué vas a hacer con esa desaparecida tuya.
-Buscarla, hostias, antes de que el enano se entere.
-¿Alguna pista?
-No... joder... -Mike mira ahora por la ventanilla, viendo el muro hormigón de la circunvalación como si pudiera leer él lo que tiene que hacer. Se produce un silencio mientras cogemos la salida del centro de la ciudad y paramos en un semáforo. Mike sigue pensativo.
-¿Necesitas que te eche un cable para encontrarla?
-La verdad es que sí, tío.
-¿Cómo se llama?
-Victoria Schwarzmann.
-Pues seguro que la encontramos. - El semáforo se torna verde y continuamos camino al teatro Imperium.

12 abr 2007

Primer compás: comienza la noche.

Busco en el desorden de la mesilla la cajetilla de tabaco. Quedan aún algunos cigarrillos, así que deslizo uno a mi boca. Enciendo un mechero Zippo, su llama me hipnotiza y me da un pequeño sobresalto. Tan apasionante, único e inesperado como siempre. El cigarrillo no me sabe a nada, pero eso no le quita su encanto. Muevo los pulmones para irlo quemando. Levanto las persianas para dejar correr las luces de la calle, neones de una farmacia y una tienda de bicis que hay en la calle. Dan un bonito tono multicolor a mi apartamento.

Enciendo la televisión. Dejo que las noticias insignificantes de sucesos, guerras y otras miserias humanas de hoy se deslicen a mis oídos. Voy al armario a ver qué me pongo. No la ropa, sino los complementos que más me agradan. Justo detrás de los trajes están mis compañeras, y en un cajón al lado de los calcetines, la munición. Hoy no habrá mucho movimiento, así que cogeré algo ligero. Una pistola parece lo adecuado. Pero creo que debe ser algo más persuasivo que un pequeño revolver o una beretta. Creo que para esto está mi Colt Anaconda. Se puede ser muy persuasivo con esa serpiente de metal de seis disparos como esa.

Oh, siempre se me olvida tirar la ceniza. Se pasa el tiempo volando. Creo que hasta han llegado a la sección de deportes en el telediario. Será mejor apagar la caja tonta. Hay que irse. Las persianas tiritan cuando salgo por la ventana al patio interior y escalo al tejado. No me gusta usar la puerta. Menos teniendo en cuenta que la noche se ve mejor desde el tejado. Hoy tengo algo de hambre. Sería conveniente buscarse un trago antes de marchar a la reunión.

Mira, casualmente percibo un aliento con alcohol por allí abajo. Veamos a ver quien es. Alguien que va a un callejón porque no va a entrar en el bar de aquí cerca. Seguro que es porque no piensa pedirse otra copa más si va sólo a cambiarle el agua al canario. Ya habrá tenido bastante. Una pena, ha ido al callejón equivocado. ¿no sabes que estos sitios son muy peligrosos? ¿No sabes que cualquiera puede deslizarse por detrás? Tarde. Te tengo. Te siento. Muy cerca. Noto tu alma. Siento el alcohol que has ingerido. Dos copichuelas, no más, pero ya te han puesto chispa. Palpo con los cinco sentidos tu alma y la noto en todo mi cuerpo. Veo cómo se altera y se debilita. Pero tranquilo. Perdería la gracia si te la dejo apagar. Mejor dejarte aquí. En el suelo. Te diste un golpe de tu borrachera. Te recuperarás. Hasta entonces, buenas noches, he de irme. Eras justo lo que necesitaba para afrontar una noche de reunión.