24 abr 2007

Andante. Canto a dos voces y media.

Bien, ahora tengo algo de zumo en el estómago, aunque la verdad, aún podría hacer hueco para un sorbo más.... Quizá alguien venga también al rincón… no, pasa de largo. Bueno, mejor ir al coche. Está en el edificio colindante, tras otro recoveco más ancho que accede a un patio interior con varios locales. Parte de ellos se utilizan como trasteros, otros como chamizos insalubres donde se reúnen chavales para hacer ruido y olvidar lo que son o serán, además hay alguno que se usa como garaje. Ese es mi caso. Tengo pintadas de múltiples colores en la puerta, pero lo que me interesa es lo de dentro... Mi fiel Citröen ZX. Modelo pequeño, discreto, potente y útil. De un color tan negro como el asfalto que cruza. Me meto en el asiento del conductor y saco el coche esquivando jóvenes beodos que en breve irán a buscar camorra en cualquier bar. Me alejo de ellos y dejo que su fiesta continúe. Yo ya tendré en breve la mía, aunque, espero no llegar tarde, ven muy mal el llegar tarde a éstas cosas.
Mi fiel auto ronronea un poco para mí. Pero primero tengo que ir a buscar a Mike a su agujero. Vive cerca, en un bunker hecho en una gasolinera de cuando la Guerra Fría (y el auge que hubo de hacerse búnkeres). Espero que no ande en ningún lío ese viejo zorro porque me cae bien. Buen motorista, gran tirador y sabe más cosas que las que dejan ver sus maneras y sus pintas. Chaqueta roída de cuero, peinado ochentero fijado posiblemente con carburante y un olor eterno a aceite de motor. No sé si es porque a Mike le gusta ese olor o sencillamente ha perdido cualquier sensibilidad olfativa. A veces le da la vena cabezona o la histérica, pero por lo demás, es un cacho de pan. Además, le debo una.
Ahí está. Apoyado en la farola de la esquina esperando. Parece preocupado. Me ve y deja su preocupación en otro lado. Me acerco con el coche y Mike entra con la discreción de un chapero, aprovechándolo pongo la voz de alguno de los yonkis que he esquivado antes y le pregunto:
-¿Mike Donovan?¿Tienes algo de jaco que ando con el mono? Ya sabes que yo ando muy chungo yo para esto... y tú eres mi colega y yo siempre te he pagado bien.. haces un favor a un amigo?
-Anda, Conan, déjate de chorradas.
-¿Cómo andas, cabrón?
-Como siempre, de mierda hasta las orejas.
Pongo en movimiento el coche y dejamos la parada del camello atrás.
-¿Qué ha sido esta vez?¿A quien has ofendido?¿A quien te cepillaste sin querer?¿O fuiste algo que rompiste?
-Sí, tu cara es la que voy a romper yo.
-Cuéntamelo... -respondo, sin tan siquiera perder de vista la carretera.
-Nada, una mujer.
-¿Qué hiciste con ella?¿jugar a tomar el té?
-Mierda, no, una de esas cosas que no se pueden hacer. -Eso puede significar muchas cosas, pero sé que no se refiere a violarla o a matarla, dudo que le causara efecto en la conciencia.
-Oh, vaya. ¿Y tenías permiso?
-Sí, el de tu puta vieja en bolas. -¿He mencionado que Mike tiene una forma curiosa de hablar con la gente?
-Difícil cuestión, entonces ¿dónde está la chica?
-Ahí está lo jodído. Desapareció.
-Oh, mierda.
-Gorda mierda. Por cierto, ¿dónde coño es la reunión?
-En el Imperium. Pero me estabas diciendo qué vas a hacer con esa desaparecida tuya.
-Buscarla, hostias, antes de que el enano se entere.
-¿Alguna pista?
-No... joder... -Mike mira ahora por la ventanilla, viendo el muro hormigón de la circunvalación como si pudiera leer él lo que tiene que hacer. Se produce un silencio mientras cogemos la salida del centro de la ciudad y paramos en un semáforo. Mike sigue pensativo.
-¿Necesitas que te eche un cable para encontrarla?
-La verdad es que sí, tío.
-¿Cómo se llama?
-Victoria Schwarzmann.
-Pues seguro que la encontramos. - El semáforo se torna verde y continuamos camino al teatro Imperium.

12 abr 2007

Primer compás: comienza la noche.

Busco en el desorden de la mesilla la cajetilla de tabaco. Quedan aún algunos cigarrillos, así que deslizo uno a mi boca. Enciendo un mechero Zippo, su llama me hipnotiza y me da un pequeño sobresalto. Tan apasionante, único e inesperado como siempre. El cigarrillo no me sabe a nada, pero eso no le quita su encanto. Muevo los pulmones para irlo quemando. Levanto las persianas para dejar correr las luces de la calle, neones de una farmacia y una tienda de bicis que hay en la calle. Dan un bonito tono multicolor a mi apartamento.

Enciendo la televisión. Dejo que las noticias insignificantes de sucesos, guerras y otras miserias humanas de hoy se deslicen a mis oídos. Voy al armario a ver qué me pongo. No la ropa, sino los complementos que más me agradan. Justo detrás de los trajes están mis compañeras, y en un cajón al lado de los calcetines, la munición. Hoy no habrá mucho movimiento, así que cogeré algo ligero. Una pistola parece lo adecuado. Pero creo que debe ser algo más persuasivo que un pequeño revolver o una beretta. Creo que para esto está mi Colt Anaconda. Se puede ser muy persuasivo con esa serpiente de metal de seis disparos como esa.

Oh, siempre se me olvida tirar la ceniza. Se pasa el tiempo volando. Creo que hasta han llegado a la sección de deportes en el telediario. Será mejor apagar la caja tonta. Hay que irse. Las persianas tiritan cuando salgo por la ventana al patio interior y escalo al tejado. No me gusta usar la puerta. Menos teniendo en cuenta que la noche se ve mejor desde el tejado. Hoy tengo algo de hambre. Sería conveniente buscarse un trago antes de marchar a la reunión.

Mira, casualmente percibo un aliento con alcohol por allí abajo. Veamos a ver quien es. Alguien que va a un callejón porque no va a entrar en el bar de aquí cerca. Seguro que es porque no piensa pedirse otra copa más si va sólo a cambiarle el agua al canario. Ya habrá tenido bastante. Una pena, ha ido al callejón equivocado. ¿no sabes que estos sitios son muy peligrosos? ¿No sabes que cualquiera puede deslizarse por detrás? Tarde. Te tengo. Te siento. Muy cerca. Noto tu alma. Siento el alcohol que has ingerido. Dos copichuelas, no más, pero ya te han puesto chispa. Palpo con los cinco sentidos tu alma y la noto en todo mi cuerpo. Veo cómo se altera y se debilita. Pero tranquilo. Perdería la gracia si te la dejo apagar. Mejor dejarte aquí. En el suelo. Te diste un golpe de tu borrachera. Te recuperarás. Hasta entonces, buenas noches, he de irme. Eras justo lo que necesitaba para afrontar una noche de reunión.